PRENSA - ÁRBOLES
Diario La Nación
Sutil propuesta sobre búsquedas y pérdidas
por Verónica Pagés

"Arboles. Sonata para viola y mujer." De Ana Longoni y María Morales Miy. Dirección: Ana Longoni. Dirección adjunta: Cintia Miraglia. Con: María Morales Miy y Daniel Quintás (músico en escena). Escenografía: Julio Lavallén. Luces: Ricardo Sica. Vestuario: Rosana Bárcena. Teatro Anfitrión, Venezuela 3340. Viernes, a las 23; 4931-2124. Entradas, $ 12.
Nuestra opinión: muy bueno



"Arboles" habla de la soledad, de la pérdida, de búsquedas, de hijos solos y padres ausentes, y del dolor que provoca pasar por cualquiera de estos estados. Isolina es el personaje que los recorre en esta pieza que imaginaron y crearon juntas Ana Longoni y María Morales Miy, que es también la exquisita intérprete. Alejadas de una narrativa convencional, plasmaron un poema textual, visual y sonoramente fragmentado, lo que otorga todos los permisos que el espectador necesita para hilar la historia como mejor la sienta.


María Morales Miy es dúctil, plástica y sensible, lo que la convierte en el mejor instrumento para ir moldeando una historia -que pueden ser varias- que le exige tanto un trabajo físico fino y depurado como una voz con fuerza y personalidad. A través de ella, principalmente, se va desgranando este poema que es "Arboles".


Daniel Quintás, actor y músico en escena (responsable de que la sonata a la que hace referencia el título sea también para viola) es un buen ladero cuando desempeña su papel de actor y deja el de instrumentista de lado, pero se vuelve fundamental cuando la música sale a dar su contrapunto. Los temas que él mismo compuso para la pieza la cargan de emoción, le otorgan relieves y diferentes planos que conjugan a la perfección con lo que a la par va creando Morales Miy. (Es devastadora la imagen de Isolina meciendo su propia rodilla.)


El espacio físico donde todo transcurre es apenas un cuadrado de tres metros por tres que le pone límites a lo que podría ser una sala de primeros auxilios donde va Isolina a curarse el alma, a buscar respuestas, ayuda; una mano que la saque de la enorme, vacía y silenciosa soledad en la que está inmersa. Lo reducido del espacio no le hace mella para que ella lo transite de todas las maneras posibles y lo convierta en tantos otros espacios. Así, un simple perchero se puede transformar en los árboles a los que hace referencia el título, árboles de hojas rojas, de paltos, árboles para refugiarse, para recordar cosas que pasaron bajo su sombra.


Se nota que detrás de esta propuesta no sólo hay mucho trabajo minucioso, sino también mucha carnadura personal y emocional, que se trasluce poco a poco, con sutileza, con decoro.