PRENSA - VAGO
Puesta en Escena
Vago, una obra de Yoska Lázaro
por Teresa Gatto
18 de febrero de 2013 a las 10:08 hs.

Los sábados en el Teatro del Abasto se presenta este trabajo del grupo A Tres Velas dirigido por Yoska Lázaro que indaga algunas de las fisuras sociales de nuestro país con una hondura poco frecuente.

"Los nadies: los hijos de los nadies, los dueños de nada.

Los nadies: los ningunos, los ninguneados,

corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos"


Eduardo Galeano




Para los que vivimos en el conurbano, Vago es una realidad de los 90’. Para nosotros, los que decimos familiarmente La Matanza, Merlo o José C. Paz, vago es el lugar común de la exclusión irremediable a la que esos años arrojó, sin piedad, a muchos, más de la mitad de la población. Por eso, vago no es un adjetivo, vago es una condición. La condición humana de un sujeto cualquiera, yo, tú, él, nosotros, ellos. En ese allí y ahora alguien está siendo explotado sexualmente, alguien puede tener una cocina de pasta base, alguien puede tener un ACV, alguien puede entregar su cuerpo al almacenero para poder comer. Alguien sabe sin saber que mañana no existe, que hoy es peligroso y que ayer, ayer mejor olvidar el ayer.


Yoska Lázaro trabaja la realidad de un país devastado, el de esos años, como si se le hubiera hecho carne. Puede metaforizar líneas extremas: una mujer, en la piel de Romina Oslé, aspira a tener lo que le sobra a una manzanera (nefasta figura de poder y despilfarro), puede ser monta de un hombre que le da asco y ser deseada y desear al "Tute", orgánicamente interpretado por Nicolás Blandi. O, como "el Nene", en un gran trabajo de Fernando García Valle, que puede sobrellevar sin saber qué riesgos ni que destino implica tener un ACV. El Nene quiere una silla de ruedas y no por su discapacidad. También, se puede  entregar el cuerpo al primero o al último por nada o por una dosis, como Julieta Timossi, “la Mili” que juega en la cornisa el juego que no puede jugar en la casa familiar. Porque en el teatro de Yoska Lázaro hay un asedio a la cuestión social que no se queda en la denuncia y no sé si la pretende, al menos no como moralina, sino que indaga de modo existencial, político (que casi es lo mismo) y social, los hechos y los pone en representación. No pide conclusiones, no las da, dramatiza que es lo que el teatro hace mejor.


Todos buscan, nadie encuentra y sin embargo son marionetas del "puntero", del que banca en el barrio, del que manda, esa figura tan patética como poderosa, que aquí está a cargo deMarcelo Saltal, quién será "Camacho". Su poder es de hojalata pero frente al “no poder” del resto se vuelve absoluto.


Hay dos cuestiones a destacar. Por un lado la consonancia que Yoska Lázaro, español él, hace con temas que forman parte de nuestra Comedia Humana, sudamericana, argenta, tremenda en los tiempos del neoliberalismo más crudo del que se tenga memoria y por otro, la economía de recursos con la que lleva a escena a estos desgraciados de toda desgracia. Solos. Alguien, ellos, ayer, ahora, siendo, matan a pobres corazones…


Un cuarto en ruinas, un extra escena que se infiere por dichos y el encierro. Eso. El encierro. Sin afanes de pontificar sobre nada. Nunca un pontífice puso las patas en el barro. No que yo recuerde. Ellos sí, tienen los pies en el barro pero no es sólo literal, tienen los pies en el barro de la historia que les tocó, allá cuando el acceso a todo fue denegado y tener era una quimera que estaba más allá del  precipicio.


Esa piecita dónde nadie está cómodo por las condiciones físicas y existenciales es el nodo en el que Vago merodea la condición de satélites de un sujeto como Camacho cuya única fuerza reside en la carencia ajena. ¿Y la propia?


La luz, el vestuario y la escenografía, austeros y eficaces signos de los que la puesta se sirve, son sólo colaboradores de algo que se juega más allá de ellos e incluso más allá de los personajes porque  Vago es la condición de posibilidad de narrar una existencia cualquiera en ese lugar y en ese momento.


Sin golpes bajos porque el golpe es existir allí, con una potencia textual enorme y buenos trabajos actorales, Yoska Lázaro dirige a sus marionetas de modo sutil y contundente porque yo, tú, el, nosotros y ellos fuimos o estuvimos al borde de ser vagos ya que la condición humana, moneda de dos caras, lleva de maravillosa lo que tiene de siniestra: cambia sin aviso en manos del poder concreto que es mucho más intangible que el que exhibe el puntero de un barrio. 

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