PRENSA - EL OTRO
Diario Página/12
Ser lo que vamos siendo
por Adrián Melo

DANZA TEATRO

Primero fue el gordo del que todos se reían, luego el actor del que se enamoraban las chicas y el chico gay que hacía transformismo. Ahora Marian Moretti se considera transitando la transexualidad mientras se luce en El otro, de Gustavo Friedenberg. Señal de mejores tiempos: a la hora de pensar referentes, Marian cita a una compañera actriz también trans y argentina.



Parece haber mucha relación entre el tema de la obra y el proceso interno tuyo.

—Es interesante porque la obra trata sobre cómo la visión del otro te modifica a vos. Para mí no es casual que esta obra haya salido justo cuando estoy en el tránsito, digamos, de ser un chico a ser una chica trans. El proceso es más largo de lo que pensaba. En algún momento sentía que me agobiaba, que no iba a poder ser nunca y después cuando lo empezás a transitar no es tan complicado como cuando uno lo tiene en la cabeza. La cuestión de la identidad es un tema pesado para los demás y tiene que ver con hacerse cargo de esa mirada. Y yo estoy en proceso de librarme de eso.


¿En qué identidades te reconocés a lo largo de tu historia?

—De todo (risas). Fui el gordo puto de la primaria, y primero fue sufrirlo y después empezar a disfrutarlo. Es una pregunta que nunca me hice. Está buena porque ninguna identidad es definitiva. Pasé luego a ser el actor que le gustaba a las chicas. No me interesaba. En un momento llegué a pensar que no iba a poder estar con ningún hombre. Luego me di cuenta de que podía ser el chico gay, que podía vivir con eso. Y después de grande me empezó a pasar esto, me empecé a transformar casi sin darme cuenta. Me gusta hacerme cargo, la vida te lleva por diferentes caminos y está bueno dejarse llevar. Ser lo que uno es siendo.



Los párrafos de la novela Cuando digo Magdalena, de Alicia Steimberg, en la que está basada la obra, son los que indagan sobre qué es ser mujer, qué es ser judía. ¿Qué preguntas te hacías vos mientras construías el personaje?

—Primero quise entender desde el lugar en que Alicia lo escribió y después empezar a delirar con lo que a mí me generaba eso. Para mí el monólogo que tengo que hacer desde mi personaje de travesti judía habla de lo que es ser judía. Pero en realidad podría ser utilizado para lo que es ser lo que sea y lo que eso implica cuando te empezás a relacionar con otro. Alicia lo escribió con una sola mirada, yo intenté ser fiel a eso, el mayor respeto posible. Pero para mí empezó a ser visto como el ser cualquier cosa y el ser visto.



Y a partir de esto que decís de construir la identidad a partir del otro, ¿cuáles son esos otros a partir de los cuales vos construiste tus identidades?

—Yo no soy fanática de nadie en particular. He tenido muchos referentes y muy diversos. Admiro a la gente que es fiel con lo que le va pasando. Gente que es más libre con lo que le pasa y con lo que piensa. Que es fiel y que no se pelea con lo que le pasa. La gente que te juzga también te hace fuerte. Un referente muy importante fue mi abuela. Mi abuela vino a la Argentina escapando de la guerra. Vino con su hija en un barco. Viajó días y días sin saber con lo que se iba a encontrar y armó su familia, tuvo su casa. Esa cuestión del esfuerzo y la lucha. En cuanto a mis maestros de Teatro Serrano, fue un antes y un después.



¿Qué te gustaría hacer después de El otro? ¿Qué otras identidades te esperarán?

—Me gustaría seguir experimentando este género. Yo veía obras de danza teatro y no entendía una mierda. Me encanta esa manera de mostrar. De a ratos sentía que lo había hecho en una vida anterior. Es un gran logro ser una travesti haciendo una obra de teatro de texto. No es lo corriente. Lo travesti se liga a la prostitución. ¡Camila Sosa Villada!, ya que hablamos de referentes de lo que yo quisiera para mí en el futuro.

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