PRENSA - PONY
Diario La Nación
Comedia negra con final rosa
por Leni González
JUEVES 15 DE SEPTIEMBRE DE 2016

La sociedad capitalista es competitiva, cruel, despiadadamente darwinista. Los más aptos en la supervivencia consiguen las mejores piezas mientras los menos y sin chances apenas soportan las condiciones desfavorables. No hay escapatoria si, además, en la misma familia, anidan los buitres. Inmersa en ese universo, a Moniquita le tocó la peor parte. Quedó viuda, con dos hijas, un trabajo esclavo y un padre, madre y hermano que en lugar de ayudarla, la esquilman en cuanta oportunidad aparezca. Y ella agradecida y llorosa, incapaz de reaccionar a la maldad de este mundo.
Podría ser el melodrama de la tarde pero no. Porque Pony, del venezolano Gustavo Ott, está escrita con humor y la directora Iris Pedrazzoli -que en 2013 había dirigido otra obra, Lírica, del premiado y traducido autor y periodista- la lleva al extremo farsesco con dos muy buenos actores. Araceli Haberland, con su vestidito gris y el paraguas roto, es Mónica, un ser indefenso del que estamos esperando venganza; y Guido D'Albo (también trabaja en Jacinta en el umbral) interpreta a los tres integrantes de la familia, siempre de negro y blanco igual que el piso en damero (gran vestuario de Julieta Fassone), villanos de historieta que provocan las risas del público. La enorme pantalla con videos publicitarios en colores estridentes, accionada por "los malos" para sus fines hipnóticos; la voz en off que nos ubica en tiempos electorales, con voto calificado y el triunfo del candidato previsible; la tormenta del afuera y los pajaritos que escucha Mónica al entrar; y los llamados telefónicos truchos son, entre otros, recursos bien utilizados para crear un clima de negrura hilarante que empeora cada vez más y camina, suponemos, a la explosión o al total hundimiento en la "mierda".

La cita no es escatología gratuita sino que aparece mencionada en un cuentito alegórico, sacado de la galera al final de la obra cuando de la nada Mónica se lo cuenta a su papá. Trata sobre unos nenes que palean caca sin descanso porque están seguros de encontrar a un pony debajo de la inmundicia. Entendimos: igual que le pasa a ella, la esperanza es lo último que se pierde y puede sostenerse hasta en las peores circunstancias. No es cuestión de oponerse al optimismo pero no existe ninguna razón en el desarrollo escénico que conduzca a ese final. Cuando Mónica aparece con el pelo suelto, sin anteojos y un vestido claro y fresco, otra vuelta oscura parecía avecinarse pero nunca una expresión de buenos deseos sobre la humanidad. Esos últimos minutos borran con el codo todo lo construido desde la ironía y el sarcasmo: demasiado ácido el menú para ese postre hiperglucémico.

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